"Será mejor que te marches.."
Y sin mediar palabra, comencé a caminar. Me pasé la cinta de la mochila bandolera por la cabeza, y apreté el paso. Quería huir de su silencio, de él, de todo... Quería hundirme en la tierra, rebosar los mares con mis lágrimas...
Apenas había dado una docena de pasos, cuando algo tiró de mí. Me frené en seco. Volví la vista atrás, y lo miré; sentado en aquel banco, derrotado y abatido. Algo me empujaba a retroceder. A romper el silencio. Algo me decía, que irme sólo empeoraría las cosas. No cuestioné a la voz que me gritaba desde dentro "¡RETROCEDE, IDIOTA!" Simplemente deshice lo andado.
Apoyaba la frente contra el mástil de la guitarra que nos acompañó aquel día. Se le veía tan vulnerable... No quería guerra, ni gritos, ni finales. Sólo quería estar allí, hablar, convencerle, convencerme, de que no podía acabar así. De que merecía, merecíamos la pena. Sólo quería susurrarle que "rendirse nunca fue una opción".
No me oyó llegar. Me quedé frente a él hasta que levantó la mirada.
"No me voy a ir a ninguna parte. No sin ti".
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