Siempre he temido la Muerte. Miedo a lo desconocido. Al, "¿qué habrá después de...esto?". Ya no.
Y aquí estoy. Sentada. Con la mente en otra parte, pensando en estos últimos días, en mis ojos enrojecidos ocupando todo el espejo del baño, en el espejo del baño hecho añicos, en mi mano temblorosa, tentativa, cerrando los dedos en torno a uno de esos desiguales fragmentos, cortándome la palma de la mano por miedo a lo que habrá después de cortarme las venas. Aquí estoy. Borracha de pena...
No tengo miedo. Ya no. Me da igual lo desconocido. Me da todo igual. Hasta ellos. Hasta yo misma. Todo.
Y de la nada brota un instante de lucidez, en medio de esta vorágine de locura que me envenena por dentro. "Valeria", me dice una voz calma desde el interior de mi cabeza. "Valeria, piénsalo... Hay fronteras, que es preferible no atreverse a cruzar. Valeria, ¡REACCIONA, joder!".
Demasiado tarde. Ya no tengo miedo. Esta vida es mucho más terrorífica que cualquier cosa que pueda esperarme al otro lado de este alfeizar...
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