Unas ornamentadas puertas de hierro forjado marcaban la frontera que delimitaba el mundo real del que en las próximas 3 horas sería Su Mundo. Se encontraban totalmente inmersos en el desarrollo de su peculiar historia, la que habían erigido entre los dos durante los meses que pasaron hablando. Nada que no fueran ellos importaba ahora.
Aquellas noches privándose de dormir habían dado fruto, algo único estaba floreciendo. Y allí se encontraban al fin, enraizando juntos, acurrucados bajo un minúsculo paraguas verde con un ajado banco de madera a modo de maceta, nadando en la profundidad de los ojos del otro mientras sobre ellos llovían hojas, que no agua como suele ser habitual, pues sobre sus cabezas, los árboles, con el tiempo enfermaron de soledad, y necesitados de compañía habían estirado sus ramas en todas direcciones, abrazándose así los unos a los otros, creando sin proponérselo una cúpula perfecta que protegía a los dos amados de la intermitente lluvia que humedecía el aire de aquella otoñal tarde.
Ella emergió un momento de la profundidad de sus ojos, los únicos que habían logrado transmitirla seguridad. Barrió con la mirada cuanto les rodeaba, y sintió algo abriéndose paso desde su interior, exactamente la misma sensación de desgarro que la invadió apenas una semana antes; el día que lo conoció en persona, día en el que desde lo más alto de la calle Preciados fue capaz de distinguirlo entre la multitud, visiblemente nervioso e inquieto miraba alternativamente la pantalla de su teléfono móvil y la marea de rostros sin nombre que amenazaba con arrastrarlo. Cualquier intento de describir la felicidad que invadió a aquella joven tan sólo por verle de lejos, sería tiempo perdido…
Bajo la atenta mirada de los moradores habituales del Retiro, Ella regresó a su punto de partida, regresó a esos inquietos ojos grisáceos, a aquella pupila perimetrada por una aureola ámbar que desde el primer momento captó su atención. Todos nos hemos sentido desnudar con la mirada, Él no retiraba prendas en su mente, Él conseguía desnudar su alma, algo que a Ella le inquietaba y fascinaba al mismo tiempo.
Así pasaron la tarde, la última que compartirían en mucho tiempo. Conscientes del paso de las horas, bebían ávidamente de sus labios, tratando de guardar para ellos los besos suficientes para cuando llegado el momento, la sed les ahogara. Memorizaban sus rostros, detalles insignificantes incluidos. Atrapaban con la mente fotogramas para que aquella tarde, el banco, el paraguas, sus ojos y los sentimientos, no perecieran al olvido.
Madrid fue testigo de cómo se enamoraron sin remedio, fue testigo de cómo en las entrañas de Ella el amor se abrió camino.
Fue testigo también de las lágrimas de Ella, y de Él con sus suspiros ante el inevitable momento de despido.
Madrid fue testigo, de cómo Alma-dulce quería, y Música la correspondía.
Madrid de noche y mojada le llegó al corazón a nuestra joven enamorada.
Madrid y su Retiro retiraron la coraza de dos corazones heridos. Madrid les unió, y Madrid, fue testigo.
http://www.youtube.com/watch?v=qAbBYrASLbo
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ResponderEliminarComo siempre rompiendo esquemas. Snesacional Sweet ^^
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