Odio los vientos fríos y racheados. Siempre traen consigo metralla de guerras pasadas. Siempre. Y siempre también lo acompaña algún tipo nuevo de munición.
No sé que será peor, si las balas antiguas que conocen mis heridas abiertas, o las nuevas, que exploran mi carne abriendo nuevos boquetes en ella.
La combinación de ambos no es letal, pero el intervalo de tiempo entre una tormenta y otra ha de ser lo suficientemente duradero como para dejar que selle al menos una cuarta parte de las heridas. Lo justo para no desangrarme por el camino...
Lo que escribimos es lo único que quedará de nosotros.
martes, 28 de mayo de 2013
¡A las trincheras!, se avecina tormenta..
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