A estas alturas de la vida, controlar semejante fiera requeriría (mínimo) un látigo de 7 puntas. Pero no veo que esté muy por la labor de encarrilar al individuo, así que seguiremos sintiéndonos acorralados cada vez que la bestia decida estirar las patas en este, nuestro reciento. Porque le recuerdo que vivimos en la misma jaula, ¿sabe? Y no es del agrado de nadie tener que aguantar sus insolencias y faltas de respeto. Pero claro, quejarnos no es una posibilidad estando mamá leona cerca. ¿Solución? Jugar a las avestruces... Esconder la cabeza y apechugar con la criaturita de Dios, hasta que un día me harte y sea yo la que suelte zarpazos a diestro y siniestro. Le recomiendo tener el botiquín cerca, porque va a necesitar tiritas.
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