Lo que escribimos es lo único que quedará de nosotros.

martes, 8 de enero de 2013

Madrugada


Madrugada. Las manecillas del reloj galopan hacia las cuatro y media. Me despierto. La imagen de un rostro baila ante mis aún adormecidos ojos. De un plumazo me abandona el sueño. Imágenes reales, fotogramas estáticos de días mejores; recuerdos. Bellos recuerdos. Cálidos abrazos. Anhelos… Añoro esos días más que nada, deseo su vuelta, su compañía, sus nervios al verme, su torpeza al intentar darme dos besos, el suspiro ahogado cuando tropieza con mis labios a medio camino, la repentina seguridad que le invade. Cómo después de romper esa barrera es capaz de caminar erguido a mi lado, tomarme la mano, frenarme en medio de la avenida más transitada de la ciudad y besarme como si no hubiera mañana…

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