A veces necesitamos que alguien nos rescate de nuestra propia tempestad. Lanzamos SOS's desesperados a un vacío que se lo traga todo, hasta las súplicas. A veces nuestras propias lágrimas nos ahogan, y sólo necesitamos un pañuelo que las absorba todas. A veces un cálido abrazo basta.
Son gestos muy pequeños y aparentemente insignificantes, pero su falta atrofia el bienestar emocional...
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