De nuevo esa cocina. De nuevo estoy contra el umbral. ¿Café? Me pregunta. Sí. Sólo. Café sólo. Y frío. Con mucho, mucho azúcar.
En realidad está caliente... En realidad me da igual. En realidad ya todo me da igual. Hasta el café. Porque no llevo pantalones. Ni bragas. Porque estoy en su cocina, de nuevo. Esta vez desnuda. Esta vez tomo café. Esta vez me besa el cuello. Esta vez me da todo igual...
Me ha puesto el café por cortesía. Pero tengo la boca tan llena de besos que me impiden tomármelo. Y me da igual no terminarme mi café. Porque esta vez no se le quemaba la pizza. Sólo quemábamos el café y yo. Porque esta vez desabrochó el botón.
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