Nadie es perfecto. Yo por ejemplo, tomo el café demasiado dulce. Dicen, aunque a mi parecer exageran, que tres cucharadas de azúcar son muchas.
Odio los paraguas y llevo capucha a regañadientes, no es de extrañar entonces que cada vez que llueva y dé la casualidad de encontrarme en la calle, enferme.
Absolutamente todas las mangas de mis abrigos me quedan largas, una manía más en mi amplio repertorio.
Soy totalmente incapaz de comerme una mandarina si no es acompañada de un pedazo de pan.
Siempre beso con los ojos cerrados y siento como si fuera el primero, cada abrazo que recibo.
Como ya dije, nadie es perfecto. Yo no lo soy.
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