Todo pantalón vaquero tiene un botón. No es de esos botones que se aprietan y desencadenan una acción. No, esos botones se desabrochan, están para eso, es su función vital.
Imagínatelo, estás de pie en una cocina, el calor del horno escapándose por los resquicios de la portezuela. Una pizza carbonara en su interior. Mhh... Huele a pizza.
Un ligero cambio del peso corporal de la pierna sana a la operada años atrás y... "Ay, mi rodilla.." y él, mudo, se agacha, aborda con ambas manos el lugar exacto del que procede aquél chasquido, se desplaza por ti, alejándose del foco del dolor. Le indicas de nuevo ese punto que sólo necesita un roce para desencadenar toda una colección de gemidos quejicosos, pero permaneces en silencio, paralizada por la calidez del contacto.
Te apoyas contra el umbral de la puerta, has cambiado de nuevo el peso de tu cuerpo, sobrecargando la pierna sana, que solidaria con su hermana enferma recibe la carga extra sin quejas.
Te mira desde abajo con las manos aún sobre tu rodilla. No alcanzan el muslo, no llegan a provocar ese suspiro placentero sucedáneo del orgasmo, que se suele escapar de entre tus labios cuando, bien de forma casual o intencionada el interior de tus piernas recibe una caricia.
Sigue ahí, a tus pies, mirándote. Aparta con lentitud sus manos. Quieres quejarte, la calidez se ha esfumado, dejando tras de sí un frío incómodo. Pero no te da tiempo a decir nada; sus dedos encuentran el botón de tu vaquero, y sin esfuerzo lo desabrochan.
Tras él la cremallera cede con un suspiro y se deja bajar sin oponer resistencia.
La lentitud te está matando, pero no eres capaz de romper ese ritual que sabes, tanto le gusta.
Tu mente ya hace rato que fantasea con las manos que han empezado a desnudarte. Tratas de parecer impasible.
Te mira de nuevo, desde abajo, y ya no hay nada que hacer... Te toma un instante de las caderas para acercarte a su boca, rompiendo así la ínfima distancia que os separa.
Te besa ahí, justo ahí donde empieza la tela de tu ropa interior, hoy negra.
Deja la humedad de sus labios y se va. La pizza humea. Él parece ignorar lo que realmente quema aquella noche en la cocina...
Puede ser que hablemos de pizzas y botones de diferente forma. Botones. Son de las pocas cosas que me encuentro por la calle. Para mí, las gafas de sol están para perderlas. Ya no me preocupo de tener unas. Porque las pierdo con tanta facilidad como encuentro los botones.
ResponderEliminarPorque sí y sin ningún tipo de sentido.
Pizzas. El noventa-y-tantos por ciento de las veces es un antojo que no reprimo. Pero me acabo de acordar que el otro día dejamos una pizza a enfriar mientras nos enfriábamos nosotros en desabroches de botón.