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domingo, 9 de septiembre de 2012

Madrid

En un 7º piso, de un céntrico bloque en la ciudad más compacta del país, la Rapunzzel del siglo XXI siente más que nunca corta su cabellera.
Para su pequeña fortaleza abrazada por las montañas y con apenas unos metros cuadrados de asfalto, era innecesario escapar descolgándose por el balcón, pero allí, en semejante torreón rodeado de tan salvaje selva, apenas sentía seguridad fuera de su austera habitación. Tenía lo justo; música, libros, 500 folios en blanco y decenas de bolígrafos para rellenarlos, un aparato para recibir llamadas (que no enviarlas), y una ventana desde la que apenas apreciaba una ínfima parte del hormigueo de tan gigante bestia urbana.

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