Se me escaparon. Entre mis dedos se filtraron, y aquellas palabras que apretaba entre mis labios se me escaparon... Tú las recogiste, y aún no sé bien qué has hecho con ellas, aunque gracias por mandarme de vuelta las mismas palabras.
Madrugadas robándote horas, de sueño, de trabajo... Ladrona de palabras que viven entre los labios, ladrona de sonrisas, espero, ladrona de suspiros, de pensamientos... No hago más que asaltarte, siempre llevándome un poquito de ti. Finjo no darme cuenta, pero tú haces lo propio conmigo. Sin decir nada ya has comprobado que puedo luchar contra mis instintos naturales de descanso por ti. Dormir está sobrevalorado, ya lo dije yo. Dormir es una pérdida de tiempo si lo comparo con todas esas horas que invierto en conocerte, en saber quién es esa persona que resuena constantemente en mis auriculares, esa persona a la que abrazaría sin dudar cada vez que derramara lágrimas, esa persona a la que prestaría verdadera atención cuando necesitara ser escuchada... Dormir no es una opción cuando puedo pasar horas y horas evadiéndome con el imaginario sonido de tu risa al leer mis ocurrencias, absurdas, pero que consiguen sacar lo que probablemente más me gusta de ti; tu sonrisa.
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