Lo que escribimos es lo único que quedará de nosotros.

martes, 18 de septiembre de 2012

17-9-12

Él es el único que vagamente la comprende. Sólo con mirarle puede distinguir en sus ojos avellanados el anhelo de libertad. Su cálida mirada aporta algo de familiaridad a tan fría y austera estancia...
Lo ve tendido sobre su cama, suspirando al recordar los verdes prados que antaño (hace apenas una semana) juntos recorrían, disfrutando de eternos atardeceres y saboreando los últimos rayos de sol, y una vez anochecía, se acurrucaban juntos, soplándole en la oreja al otro ronquidos silenciosos.
Aquel encierro del pasado era bien distinto, lo odiaba a menudo, sí, pero al menos tenía la consolación de una bicicleta para simular su libertad internándose en la naturaleza a base de dar pedales. ¿Qué tenían allí para consolarse? ... Nada, tan solo su muda presencia la ayuda a recordar de dónde viene. Lo intenta, pero apenas recuerda por qué cambió la inmensidad de su campo por semejante selva urbana...

Un estremecimiento la recorre al pensar cómo serían las cosas si él no la hubiera acompañado en su salto hacia lo desconocido.

Son dos almas libres encerradas en un gigante de hormigón.
Los días pasan y ellos se consumen... ¿Su consuelo? Enterrarse todas las noches en su pelaje, inspirar, y tratar de recordar el hormigueo que le producían los olores de madre natura...

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