Te gustaban mis uñas vestidas de rojo, y tu nombre en blanco
en ellas. Los ojos perfilados, y los labios sin pintar. Las deportivas más que
los tacones, y mi culo enfundado por los vaqueros. Te gustaba la lluvia, y las
hojas por el suelo. El otoño, los abrazos, los niños... Querías una familia.
Querías que el mundo te escuchase. Querías que mi insomnio fuera tuyo. Y mi
cuerpo. Y mis ganas... Y lo fue. Todo. Todo tuyo. Todas las noches, nuestro código...
Ir a clase sin dormir carecía de importancia si la razón de mi desvelo era ver
amanecer mientras hablaba contigo. Todo carecía de importancia si era por ti. Y
hoy... Somos dos completos extraños. Nos hablamos como si no nos conociéramos.
Como si no fueras la persona que me marcó de por vida. Me siento incapaz de ser
sincera. Aunque ahora ya da igual, supongo. Yo ya no invoco la tinta de tu
bolígrafo, ni tus sueños, ni tus fantasías. Yo ya no soy nada. Y es duro darse
cuenta. Aunque... Te lo mereces todo. Y aún soy feliz si veo que tú lo eres,
aunque no sea conmigo. Aunque no sea mi boca la que sonríe cuando la besas.
Pero, ¿eres feliz , no? Pues nada más importa. Dejaré de pasearme por tu
realidad. Ya no soy partícipe de ella. Sólo quería despedirme... Cuídate. Y
sobre todo... Se feliz. Y aunque yo fui incapaz de enamorarte, deja que ella lo
haga. Tal vez entonces me comprendas cuando te decía que para mí lo eras todo.
Se feliz...
Adiós.
Es una carta un poco triste, pero entiendo lo que se siente cuando se escribe algo así. La narrativa de la carta es muy buena. Me ha encantado. Pasate por mi blog cuando puedas.
ResponderEliminarjosecarax.blogspot.com.es
muy bonita, emociona...
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