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miércoles, 25 de septiembre de 2013

ESCRITURAMA, Letra de Imprenta #1

Príncipe destronado

Ya no podemos decir, que somos los favoritos... Nuestro tiempo ha pasado. Las niñas de hoy ya no creen en los príncipes. Ni en las hadas. Ni en el amor... Ya ni siquiera besan sapos. Las "princesitas" (por llamarlas de algún modo), no vuelven a casa al toque de campana de medianoche. Salen a esa hora. No pierden el zapato en las escalinatas de algún palacio. Algunas... pierden las bragas en la alcoba de algún desonocido. No buscan príncipes que las rescaten y enamoren a golpe de poema. No buscan; encuentran. Y se conforman. No le cantan baladas al chico que las gusta para cortejarle; bailan delante de él de forma grotesca...

Ya no tenemos cabida... Quedamos cuatro príncipes. Arthur y Edward son habituales en las reuniones de Alcohólicos Anónimos. El pobre John sufre una aguda Esquizofrenia en su celda del psiquiátrico del Reino. Y yo... El Príncipe Azul... Me he rendido. Estoy condenado a una vida de soledad y tristeza. Ya nadie me busca, ni sueña conmigo. Habéis extinguido a los Príncipes. Estaréis contentas...

3 comentarios:

  1. Me recontraencató el cuento. No solo está escrito deliciosamente, sino que la historia es genial y actual. Me recordó un cuento que escribí hace un tiempo, versionando la historia de la princesa y el guisante (http://convictoryconfeso.wordpress.com/2013/04/13/la-princesa-y-el-guisante/). Pobres príncipes destronados, viviendo en un mundo anacrónico de mujeres libres. Más les vale regresar a sus cuentos de hadas. Jejeje. ¡Saludos!

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  2. Yo no creo que en un mundo de mujeres libres los príncipes no tengan su lugar... No sólo a las princesitas les gustan los caballeros de brillante armadura, seguro que más de una pierde el zapato a propósito sólo para que su príncipe se lo devuelva... O quizás es sólo lo que me gusta pensar ;)

    Al margen de esto, me ha encantado el texto, ya te lo dije.

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  3. Ciertamente toda una evolución de esos conceptos nobiliarios a los que se intentaba asemejar la sociedad. Muy buen texto, Celia. Un saludo!

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