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sábado, 16 de febrero de 2013

1ª Jam en #DiablosAzules

El peso del anillo sobre mi dedo, el ardor del metal quemándome la piel. El recuerdo estaba ahí, sí, en mi mano. Era cuanto quedaba de él. Ese anillo, sencillo y austero, contrario totalmente a lo que fue su esencia. Sí, fue, tiempo pasado.. Murió.
Padre siempre fue inconstante. Sus matrimonios sufrieron, en primera persona además, su inconstancia.
El anillo que hoy taladraba mis recuerdos, fue en su día el tormento de sus esposas. Perdí la cuenta de las bodas a las que asistí, siempre con mi mejor sonrisa, siempre con el mismo vestido... Yo era ese pequeño trofeo que lucía frente al mundo, cual general exhibiendo sus medallas de guerra sobre la solapa de su americana.
Padre estaba enfermo. Enfermó de su propia imaginación. Se perdió a si mismo en la inmensidad de sus sueños, inme a la que no pudo arrastrar consigo a ninguna de sus amadas.
"Simplemente, se ha ido" repetía con asombrosa calma tras cada ruptura. Como hija suya, algo tenía que haber heredado de él. No la frialdad del corazón que le caracterizaba, sino más bien su desmedida manera de magnificar todo cuanto quedaba en incógnita.
No lo sospechaba, estaba completamente segura, de que esas apresuradas desapariciones no eran sino culpa física de su padre.
Nunca fue violento, sí que tenía carácter, pero jamás perdió los estribos por alterado que estuviera. Por supuesto, mi joven, apasionada y dramática mente ya había sopesado la posibilidad de un asesinato múltiple, suicidios, desafortunados accidentes... pero lo descarté por imposible, reduciendo el listado de posibles desgracias y facilitando así la búsqueda de la verdad, pues a fin de cuentas, por improbable que parezca, lo que queda, debe de ser la verdad...
Y la verdad se la llevó mi padre a la tumba... Sólo quedaba aquél anillo maldito, y con él, la eterna incógnita.

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