Tengo una burbuja. Con sus paredes. Su suelo. Su cama. Su
calefacción. Su ventana. Su ordenador... Todo lo que suele tener una habitación
normal y corriente, vaya. Pero es más que eso. Es mi refugio. Es mi madriguera.
Mi agujero. Un lugar seguro y cómodo. Mío. Y nunca antes había tenido algo así,
únicamente MÍO. Insisten en que salga. Que tengo que vivir fuera, que la vida
no se puede limitar en estudiar, trabajar, y estar aquí encerrada. Que acabaré
perdiendo la cordura. Que puede que ya lo esté haciendo... Yo miro por la
ventana, y veo el mundo. Veo una ciudad que no me gusta, a pesar de estar
impregnada de nuevos buenos recuerdos. Impregnada de él. Pero no es la ciudad
que quiero ver por mi ventana. No tengo fuerzas para salir. ¿Para qué? Las que
llamo "mis amigas" no me entienden. Y yo a veces tampoco las
comprendo a ellas... Aunque creo... Que nadie logra entenderme del todo.
Ciertas personas lo intentan, algunas se acercan bastante... Pero no me
entienden. No entienden que no saldría de aquí nunca si pudiera. Que cada
mañana, cada vez que suena el despertador por la mañana tengo que hacer un
esfuerzo sobrehumano para levantarme, y aún más para ir a clase. Y aguantar
cuatro horas en un lugar que detesto. Son las cuatro horas del día. Estoy
deseando salir de allí para volver a casa, a mi burbuja. Dicen, que es esta
bendición la que me maldice. Que un rincón protector puede acabar siendo mi
perdición. Que tengo que relacionarme. Salir. Tiene que darme el sol. Me lo
dice hasta mi novio, que me prefiere nívea y blancuzca, más que morena y con
piel de caramelo... Sé que a los que les importo están preocupados. Yo también
lo estoy. ¿Por qué de repente este aislamiento? No lo sé. Siempre le tuve
cierta repelencia a esta ciudad, supongo que porque me fue impuesta. Pero aún
así, ahora mi vida es casi como siempre deseé. Casi. Una no puede tenerlo
todo... O no al mismo tiempo... Mientras encuentro la respuesta a mis
preguntas, seguiré aquí.
Ojalá tuviese yo un refugio...
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