Lo que escribimos es lo único que quedará de nosotros.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

DIAMANTE EN BESTIA

A modo personal, quisiera presentarme. Me llamo Celia Frías Herrezuelo, y este, es mi primer poemario. Escribir y publicar un libro ha sido siempre, y así es hasta la fecha, el sueño de mi vida.
Tengo 20 años, escribo relatos y poesía. Llevo con un libro en las manos desde que aprendí a leer, y a día de hoy la lectura es uno de mis mayores vicios. Tanto es así que ya no tengo sitio para todos, así que voy invadiendo estanterías allá por donde paso.

"Diamante en bestia" es el apodo que me puso mi gran amigo y prologuista, Diego Heras, cuando nos conocimos. Y a decir verdad, creo que encaja a la perfección con el contenido de este libro. En él reflejo la parte más tierna de mi vida, así como la más oscura, junto con mis miedos más profundos, abro totalmente mi dolor, mis alegrías, mis temores... Pues quiero haceros partícipes de ello. 
Espero que os guste el paseo que he preparado por lo más profundo de mi ser, haceros sentir identificados, mover algo en vuestro interior, a través de la poesía, con sinceridad.

Próximamente, en vuestras mesitas de noche. Nos leemos monstruitos




martes, 19 de mayo de 2015

Dame besos

Hola verano.
No. No te escondas entre los pétalos
de las amapolas.
Venga, sal.
Dame un beso de esos que tú y yo sabemos.
Dame un besos de esos que se quedan
en los labios.
Dame besos de fuego en la piel,
y los párpados.
No verano, por favor, no te vayas...
Que ya sé, que aún es Mayo...
Pero no quiero pasar ni un día más
de la mano de Lluvia,
y abrazada por Frío.
Ven, verano,
dame besos,
quédate conmigo...
un rato más.
Dame besos, versos, soleados,
salados, sabor Cantábrico y Mediterráneo,
sabor a mar, y a arena,
y a campo...
Ven, verano.


martes, 20 de enero de 2015

2 de Marzo

¿Lo recuerdas? ¿Recuerdas ese mensaje? Dicen que las tecnologías le han restado mucha importancia a la pasión. Yo creo que tú captaste a la perfección mi necesidad. "Te necesito", rezaba aquel Whatsapp. "Ven a buscarme al metro. Paso de la fiesta. Te necesito". Apenas había 5 paradas, pero ya en la segunda rompí a llorar en silencio. Algunos se percataban, pero nadie tenía intención de acercarse a una desconocida, y ofrecerle un pañuelo. Una desconocida que lloraba. Ya no hay humanidad...

Llegué a mi parada... Bueno, tu parada más bien. Yo ya no tenía casa en Madrid, me refugiaba en la tuya cuando encontraba suficiente dinero en mi cartera para pagarme un billete y escapar. Cuando llegué a TU parada, no tenía ya fuerzas ni para buscar la cajetilla de Winston en mi bolso, y encender un cigarro bajo la lluvia. Dejé que me empapara el agua bajo la atenta mirada de Madrid. Me sentía en casa, y no recordaba el por qué de mi llanto. Pero no podía parar. Como la lluvia. Supongo, que como la lluvia, por las altas y bajas presiones, por la variación de estas en la atmósfera. Y mi atmósfera, aquella noche desbordaba.

Apareciste al final de la calle, corriendo. Hacia mí. Muy preocupado. ¿Recuerdas? Yo sí. No puedo olvidar el miedo en tus ojos mientras me mirabas en busca de alguna herida, algún dolor. Algo. Y tu cierto alivio al encontrarte con mis ojos, y mi  mirada suplicando refugiarse en ti. Pasaste tu brazo sobre mis hombros, y me llevaste a casa. A tu casa. Yo no tenía fuerzas, así que me quitaste el abrigo empapado, la bufanda, las botas, los calcetines... Y ahí estaba. Brillante. La "8 puntos". Sobre mi pie. La hermana pequeña de las cicatrices. La acariciaste un momento con la yema de tus dedos, asustado por tu descubrimiento. Me abrías las puertas de tu casa, pero había tanto que no sabías de mí... Continuaste desvistiéndome. Yo estaba sentada en el borde de tu cama. Paralizada por el llanto. Me desabrochaste el cinturón, los vaqueros, y tiraste de las perneras hacia ti. Y "24 grapas" (la hermana mayor), saludaba desde mi rodilla. Me miraste en busca de una explicación. Pero yo estaba cansada. No quería hablar. Pero "24 grapas" estaba ahí, y con ella mis recuerdos. La guerra en la que fue concebida. Mi guerra. Lloré más fuerte, y acurrucada en tu pecho te lo conté todo entre lágrimas, pelo enredado, y rímel corrido. Todo. La depresión. Las pastillas... Todo.

Besaste mi cabeza, y mi llanto bajó de intensidad progresivamente. Hacía rato que reinaba el silencio. Mientras supongo que ibas asimilando mi historia. Te levantaste un segundo, y me pasaste unos pantalones tuyos de pijama. Hasta entonces no me había dado cuenta de que estaba semidesnuda en tu cama. Y a pesar de la desazón, me sentía muy cómoda así. Como si aquello fuera normal. Como si así es como debiera estar. Como si tu cama, fuera mi sitio. Como si estar a tu lado, fuera para mí.

Allí tendida, te observé de espaldas desnudarte para ponerte tu propio pijama. Y aún con las últimas lágrimas en los ojos, meditaba sobre la belleza de tu espalda... En esto estaba, cuando viniste conmigo bajo las sábanas. En tu casa hacía mucho calor. Y más aún acurrucada sobre tu pecho, y abrigada con tus brazos en torno a mí. Podía haber muerto allí mismo, y me hubiera dado igual. Podías haberte ido y seguir con tu vida, pero preferiste quedarte con esa niña llorona. Podías haberte aprovechado de mí mientras me desnudabas de la ropa húmeda y fría. Podías haber ignorado mi mensaje de socorro. Pero estabas ahí. Conmigo. Y olvidé por qué lloraba. Olvidé a "8 puntos" sobre mi pie, y a "24 grapas" sobre mi rodilla. Olvidé la ventana, y los gritos desesperados de la muchedumbre gritando... Miré un momento el móvil. Claro... 2 de Marzo... El día de mi muerte. El día que perdí la guerra contra una ventana. Y a partir de hoy, también el día que retomé las riendas de mi sonrisa. El día, que me enseñaste a ser feliz en cualquier circunstancia. 4 años después, lo era. 

martes, 30 de septiembre de 2014

Cerca. Lejos.

Te escribo a medio camino entre lejos y cerca. Y acudo al papel, porque tus brazos están en algún lugar perdido del limbo entre "aquí", y "allí". Se acerca la hora de cenar, y no estás tú para obligarme a tomar postre, ignorando mi intento de zafarme del cuarto de manzana que sostienes ante mi boca y que intentas hacerme comer. Como si fuera una niña pequeña. Como si tuvieras que cuidarme siempre. Y pronto, será la hora de dormir, y no estarás tú a mi lado asegurándote de que no me falta un trocito de manta, aunque tengas que prescindir tú de ella. Ni tampoco estarás por la mañana, cuando despierte.. Para darme el primer beso del día, y acto seguido apagar el despertador y dejarme disfrutar una hora más en la calidez de tus brazos. Ni me acompañarás a buscar el autobús, adaptando tu paso al mío, aunque luego por ello tengas que correr para llegar a tiempo a la Universidad. Ni me esperarás apoyado contra la puerta del coche, ni yo me abalanzaré sobre ti, como si hiciera siglos que no nos vemos. Ni tu voz romperá los silencios..
-Enana..
-Peluche..
-Ojazos..
-Ojillos..
-Fea
-Idiota!!
-Culo gordo!
-Gilipollas!!
-Enana..
-..peluche


..ni sonreiré como una boba cuando camine de tu mano por la calle. Pero estás. En algún lugar a medio camino entre cerca, y lejos.. Estás. Y yo me muero por estar allí contigo.



lunes, 15 de septiembre de 2014

Ayer..

Ya sé que no te gusta que fume, pero esta noche tú no estás. No como ayer. Ayer.. que me sobraban las sábanas, la ropa, y el Mundo. Ayer.. Que me sobraba todo lo que no fueras tú. Ayer.. que hicimos nuestra la luna. Y las estrellas. Y le cantamos a la noche como dos lobos solitarios que se han encontrado después de mucho tiempo viviendo en soledad. Ayer.. que entrelazaba mis dedos con los tuyos en nudos imposibles, pensando que así no te ibas a ir nunca. Ayer.. que te abrazaba con las piernas. Y los labios. Y te enredaba con sonrisas y besos. Ayer.. que éramos NOSOTROS, y nada más. Nosotros. Una palabra tan sencilla. Qué bonito suena.. "Nosotros".. ¿verdad? 

jueves, 21 de agosto de 2014

Suprimir

Fueron tantas las putas noches que fuiste dueño de mi insomnio... Aun ahora. Que no estás. Que lucho contra mí misma jurándome que dejaré de quererte algún día. Jurándome que aprenderé a odiarte. A ignorarte. Que aprenderé a olvidar. Tu nombre. Tus caricias. Tus palabras. Tus arpegios. Tu melodía. Juro que un día dejaré de estremecerme al encontrar a alguien que use tu perfume. Juro que algún día dejarás de hacerme daño. Aun ahora. Que no estás. Me haces daño. ¿Merece la pena sufrir así? Lo mismo me preguntaba cuando eras mío. ¿Y ahora? ¿Merece la pena sufrir así? ¿Por qué no puedo ser feliz y punto? ¿Por qué no será tan fácil olvidarte como ha sido arrastrar la carpeta con nuestras fotos a la papelera de reciclaje? ¿Por qué no sales de mi mente de una puta vez? ¿Por qué no dejas de ser el puto centro de mis pensamientos? ¿Por qué eres tan jodidamente vírico? ¡PARÁSITO! ¡Sal de mi mente! ¡Lárgate! 


lunes, 11 de agosto de 2014

No soy. No existo.

Un puñado de niños juega despreocupados en una plaza. Mi presencia no altera su juego. Para ellos sólo soy algo que no existe. Un ser etéreo. Intangible. Me ven apenas un instante. Y después... Después dejo de estar ahí. Una breve aparición. Me pasa con todo el Mundo aquí, en esta tierra de nadie. Este no es mi sitio, así que realmente y a ojos de la gente yo no soy. No existo.
A veces está bien ser invisible; nadie repara en mí más de dos segundos, y puedo estudiar todo a mi alrededor sin ser perturbada. Pero otras... deseo más que nada ser de aquí... Pero eso es imposible. Mi corazón está lejos. Muy lejos. Por eso mi imagen es borrosa, inconstante. Estoy, y no estoy al mismo tiempo. Sólo cuando mi ajado corazón y yo nos reunimos, soy yo del todo. Plena. Completa. Visible. Radiante. Hasta entonces... Seguiré vagando. Como un fantasma...